¿Qué es lo que falla para que esto suceda? A mi modo de ver, siendo este
tipo de acoso algo que perdura en el tiempo y que tiene lugar en el ámbito
escolar, los maestros y profesores deberían saber discernir cuándo se está ante
algo distinto a una mera trifulca juvenil (aunque no medie denuncia), pero lo
normal es que en la formación recibida para la docencia no se contemple un
adiestramiento específico en cuestiones de intermediación en situaciones
conflictivas y no se conozcan protocolos
de actuación. Existen además batallas casi perdidas cuando nos enfrentamos a
factores socioculturales, como la educación autoritaria que los jóvenes reciben
en casa y las influencias de los medios de comunicación (escasamente
autorregulados en contenidos y horarios).
Y a esto podríamos añadir todavía algo
más: si le compramos a un niño un teléfono
móvil por su primera comunión y no ejercemos un control sobre su uso y
participación en redes sociales, estaremos brindando la oportunidad de que el
acoso trascienda de las paredes del colegio y se convierta en ciberacoso
permanente dentro y fuera de la escuela.
Es un hecho incuestionable que la prevalencia de casos graves de bullying
ha aumentado desde que están más potenciados los modelos violentos (programas
de TV, videojuegos…). Hace una generación esto se limitaba casi a los tebeos
del Capitán Trueno, y tampoco había más posibilidad de mortificar y aislar
socialmente a la víctima, al no existir redes sociales o grupos de WhatsApp.
Pensemos en esto. Nunca se puede justificar la muerte de un joven como daño
colateral del avance tecnológico.
Para la sociedad, no hay mayor muestra de fracaso que conocer el
contenido de una carta donde un niño se despide antes de suicidarse. Esto es
algo absolutamente grotesco porque siempre se pudo evitar algo tan terrible
actuando a tiempo. Para la violencia de género se está llegando a altas cotas
de sensibilización que indudablemente ayudan a la prevención de casos graves
(lamentablemente demasiado frecuentes). Esto falta todavía cuando hablamos de
acoso escolar, y se dista mucho de abandonar la simplista y desentendida
cantinela de “cosas de críos”.
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