jueves, 14 de abril de 2016

La cárcel no basta



     Se acaba de iniciar el plazo para que los españolitos se confiesen con Hacienda, y es el momento de perfilar contriciones fiscales que hagan de nuestra declaración un proceso natural donde también se incluye la aceptación de esa incómoda penitencia en forma de impuestos. Hace unos años era frecuente observar en la calle ese trasiego precipitado hacia bancos, gestorías y cajas de ahorro, o a las oficinas de la Agencia Tributaria con los papeles del PADRE bajo el brazo; pero ya se van desterrando esos trances presenciales y nuestra confesión anual va teniendo lugar cada vez más en la intimidad eremita de Internet.
     El tejemaneje de esos papeles para con Hacienda de toda la población ha coincidido con los flujos informativos sobre los “papeles de Panamá”, esos otros contubernios concebidos precisamente para evadir impuestos. Claro. La gente se pregunta cómo es posible que la maquinaria fiscal sea tan potente como para detectar cinco euros de diferencia en nuestra declaración, pero inservible para descubrir fraudes millonarios durante décadas. Algo falla. Han tenido que ser los periodistas los que destapen (como otras muchas veces) este escándalo mientras los mecanismos de inspección de los estados miraban para otro lado. Está claro que no ha existido voluntad verdadera de acabar con este escamoteo fiscal de grandes proporciones, y la prueba de ello es que gran parte de los nombres detectados en paraísos fiscales son de políticos. Nunca fue tan claro aquello de “quien hace la ley hace la trampa”.

     Mario Conde ha vuelto a ser detenido. Su paso por la cárcel no ha evitado que rehiciera parte de su imperio blanqueando el dinero que se llevó a Suiza después de descapitalizar Banesto. ¿Qué controles han existido? ¿Por qué no devolvió lo robado? ¿Por qué seguía disfrutando de fincas y chalets? Francisco Paesa, aquel que fue incinerado en Tailandia ha resucitado también en Panamá, constituyendo este episodio el argumento para una comedia de Arniches. ¿Dónde están los 1.700 millones de pesetas que se llevó Roldán? Porque tampoco su prisión ha servido para que fueran devueltos. Ni los papeles de Bárcenas ni su privación de libertad han servido para recuperar todo lo sustraído ilegalmente. Hasta el Dioni se ha mofado de la justicia porque nunca aparecieron 150 millones que él dice que se gastó en putas en Brasil. Y estoy seguro que los Pujoles se irán de rositas con la historia de la herencia.

     La indignación popular de quienes destinan un sustancioso porcentaje de sus ingresos a contribuir con impuestos al crecimiento del país lleva frecuentemente a decir “a la cárcel con ese tío”. Pero está demostrado que la cárcel no es suficiente. Hemos magnificado la prisión como escarmiento extremo y definitivo cuando para estos chorizos de guante blanco solo es un trámite para dar apariencia de castigo y limpieza de pasado, pero seguir delinquiendo después sin sospecha. Ni se rehabilita el drogadicto ni el evasor de fortunas. Entonces ¿qué hace falta? ¿Más leyes? ¿Votar a “la nueva política”? Se admiten sugerencias.

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