Viendo la distribución por provincias donde el PSOE fue la fuerza más votada en las
pasadas elecciones, he recordado esos mapas de distribución geográfica de
especies en claro retroceso poblacional, pues el rojo solo ocupa ya algunos
reductos en la zona de Doñana, Valle del Guadalquivir y las serranías
jiennenses.
Y mi mente ha viajado con esa nostalgia solo ligada al dulce hecho
de ser más joven a aquellas épocas en las que este color teñía gran parte de la
península, incluida Extremadura y ambas mesetas, como lobos ibéricos antes de
su persecución obsesiva. Ya ni siquiera las montañas de Asturias constituyen
los últimos reductos de esta especie que llegó a ser endémica hace unas
décadas.
En su lugar impera como género competidor esa
variedad mejor adaptada, como cangrejos americanos, que constituye un camalote
veraniego que tiñe de azul el mapa, colonizando invasivamente los espacios.
¿Qué causas se apuntan para esta regresión?
En los últimos tiempos ha irrumpido
con fuerza un grupo que tradicionalmente ocupaba un pequeño nicho ecológico en
estado de hibernación, pero que introducido artificialmente y con ingeniaría
genética ha logrado disputar al rojo gran parte de sus espacios. Esta intrusión
morada, beneficiada por una cierta compatibilidad biológica ha logrado
reproducirse rápidamente, como ratas de laboratorio, incluso con experimentos
para formar una raza híbrida, hasta el punto de competir con poblaciones
autóctonas y compartir peligrosamente el hábitat, logrando una disminución
drástica de sus efectivos. Algunos teóricos anunciaban incluso la primacía en
número de esta nueva especie morada, pero recientes recuentos de campo han
descartado que de momento esto vaya a ser así.
Elecciones 1982 |
Otra de las causas que se apuntan para
este retroceso rojo es la falta de un verdadero macho alfa desde hace algunas
generaciones, que ha tarado las procreaciones haciendo casi estériles los
grupos, lo cual unido a la mortandad de los especímenes más veteranos ha
incidido gravemente en el mantenimiento poblacional. Incluso una tendencia a la
bicefalia y la competitividad interna de sus patriarcas podría estar en la
causa de la pérdida de orientación de las manadas y el abandono de sus ecosistemas
en beneficio de esas especies alóctonas citadas.
Revertir esta situación siempre resulta
complicado. Harían falta ejemplares jóvenes reintroducidos en los territorios
con su dotación genética incólume, igual que linces con GPS, capaces de
presentar batalla a la especie dominante y al mismo tiempo marcar claramente el
territorio con respecto a los nuevos competidores con objeto de ir recuperando
los espacios perdidos. Esto requiere mucho tiempo, efectivos briosos, decididos
y con capacidad de liderar los censos que ahora andan desorientados en los
hábitats. Pero me temo que estos ejemplares no se reproducen bien en cautividad
y no se dispone tampoco de los laboratorios de la Complutense.
No hay comentarios :
Publicar un comentario