jueves, 22 de octubre de 2015

Varón Dandy



      Luis Garcés Mantiña, de quien dicen inventó el peinado a raya durante la Guerra Civil para diferenciar a los fascistas de los rojos en las fiestas, lanzó en 1943 su revolucionario after shave “Varón Dandy”, loción que todavía alcancé a utilizar en mis primeros estadios semi-imberbes. Era el regalo que se recibía cuando aún se celebraba el santo o en los Reyes Magos, como heredero frustrante de aquellos gozosos juguetes que desenvolvíamos no muchos años atrás.
Entonces  no se habían desarrollado esas investigaciones modernas que dicen que el olor del sudor masculino estimula a las mujeres. El frasco de Varón Dandy, que neutralizaba sádicamente los aromas autóctonos, formó parte durante algunos años de la escasa impedimenta de aseo personal que me acompañaba en mis desplazamientos y descansó en la taquilla del ejército, en unión de un peine de carey, el cepillo de dientes y un tubo siempre a medias de Profidén.
     He recordado aquella gloriosa época de verdadero ascetismo cosmético hoy al entrar en mi cuarto de baño y contemplar abatido la invasión de frascos y botes de todo tipo y tamaño que avanzan sin freno por todos los recovecos imaginables. He sentido un vértigo extraño y me han entrado ganas de salir corriendo.
Como dijo Napoleón, las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo, porque ls aledaños de la bañera, las repisas y soportes varios han sido colonizados sin piedad,  como plaga de camalote,  por un ejército de geles con olor a coco, aloe vera o plátano; lacas para rizados, acondicionadores de belleza con keratina, desodorantes, espumas moldeadoras, cremas reafirmantes para cara, manos o pies con fórmulas anti-edad y omega 6, jabón para zonas íntimas, regeneradores de piel (de las que debió usar en su día Carlos Floriano),  lociones bucales, cepillos de dientes eléctricos y todo tipo de champús contra la caída, para cabellos secos, grasos, con fuerza-brillo… ¿qué sería de aquellas cápsulas romboidales para un solo uso de champú Sindo al huevo? Cada vez más echo en falta la austeridad espartana de los antiguos cuartos de baño, los de la piedra pómez y  la tapa de madera en el WC, donde se tiraba de la cadena de verdad y que, en el mejor de los casos, disponía de un rollo de papel higiénico del elefante (otras veces eran trozos del ABC cuidadosamente cortados y dispuestos en un pincho de alambre), que hacía sentir la reciedumbre de unos tiempos ásperos donde eran inimaginables todos estos melindres cosméticos. En aquellos excusados, desprovistos por completo de esta parafernalia de ungüentos y potingues, uno se desenvolvía mejor y había hasta eco.
     El Varón Dandy no tenía subtítulo. No era un “agua de colonia fresca con notas críticas ligeramente florales y células nativas vegetales que acentúan la sensación de frescura de tu piel”,  ni otros remilgos mojigatos de las modernas “eaus de toilette”. Parece que lo estoy oliendo. Era el perfume bizarro de una época intrépida y fenecida donde los palillos de dientes no llevaban preservativo.


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