Nadie duda que la llamada globalización
ha supuesto beneficios en lo que respecta a la apertura de los mercados
potenciando el libre comercio. Fenómenos como las fusiones entre empresas,
eclosión de mayor número de multinacionales, privatizaciones y eliminación de
empresas públicas han posibilitado, en general, una mayor eficiencia en los
cacareados mercados, que han aumentado su competencia y han arrinconado los
monopolios hasta límites nunca vistos. Cabría preguntarse si esta imparable
tendencia, en principio beneficiosa para las cifras “macro” tendría que
incorporar también algunos límites en lo referente a aspectos más específicos,
como por ejemplo la salud de las personas. Eso que ha dado en llamarse “líneas
rojas”.
La comisión de la competencia (CNMC)
propone que los medicamentos no sometidos a prescripción facultativa puedan ser
dispensados en establecimientos distintos a las farmacias, tales como
supermercados, gasolineras o por Internet. Con esta desregulación pronto
veremos Ibuprofeno de 400 mg. junto a las pilas alcalinas en un bazar chino, y
no tardarían en aparecer falsificaciones más baratas. Con la salud no debería
jugarse. Pero es que, paralelamente, también propone eliminar el requisito de
que solo farmacéuticos titulados y colegiados puedan regentar y ser titulares
de una farmacia, dejando espacio para que cualquier avispado emprendedor sin la
titulación requerida potencie la faceta de negocio (que evidentemente lo es) en
detrimento de la función social de preservación de la salud. Dejemos esto aquí
de momento, porque también los enfermeros reivindican
–es una vieja aspiración- poder prescribir medicamentos aduciendo una
agilización del sistema de salud. Con todos mis respetos para el gremio
enfermero, sin dudar de su profesionalidad y admitiendo que en algunos aspectos
podrían intervenir con garantías en esto de las recetas, la misma debe
conllevar una valoración y un diagnóstico con protocolos que solo un médico
acreditado con su título deben llevar a cabo. Un médico necesita once años de
formación por tres o cuatro de un enfermero y alguna diferencia debe haber. Y
esto no quiere decir que alguien sin ser maestro pueda enseñar muy bien a los
niños. Para eso están las leyes.
La tendencia es esta y no hay quien la pare. La globalización ha saltado
y triunfado por encima de los agravios, porque los bancos venden cacerolas en
detrimento de los bazares y puedes comprar un jamón por Amazón en perjuicio de
las charcuterías. Hace años los corredores de comercio fueron equiparados a los
notarios fijándose en la coincidencia de que en ambos casos era necesaria una
firma sobre un documento. Y en cuanto a la formación profesional, se otorga un
título a quien acredita tres años de experiencia sin haberlo obtenido
estudiando, en detrimento de los que permanecen cinco en las aulas. Hay promesas
electorales de refundir todos los contratos laborales en uno solo, sin fijarse
en los perjuicios que ello conllevaría para muchos trabajadores y
circunstancias particulares. Es la tendencia cretina de “los mercados” a meter
todo en el mismo saco ya hablemos de educación, de trabajo, de formación o de
salud.
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