La muerte de Umberto Eco me ha sorprendido
precisamente cuando afrontaba la lectura de los primeros capítulos de su novela
“Número cero”, un latigazo contra los abusos del mal periodismo. Pero reconozco
que después del regusto que me dejó “El nombre de la rosa” y “El péndulo de
Foucault”, su último libro era candidato
a ese pequeño fracaso que supone siempre el abandono temprano de una lectura,
como una especie de aborto intelectual en el que nunca llegaremos a saber si la
impresión de la lectura hacia el final del libro mejoraría las dudosas
sensaciones del principio.
Voy a hacer el esfuerzo de terminarlo, aunque en mi
biblioteca no escasean estas lecturas fracasadas, donde la expectativa sucumbe
ante la dura realidad que se abre camino entre las páginas; descansan junto al
resto de libros, sin señal externa alguna
que identifique su estigma. Solo yo conozco secretamente que son como
fetos en formol en la estantería de un laboratorio. Esto me ha pasado otras
veces con autores veteranos, como si las musas que acompañaron su trayectoria
llegaran exangües y derrotadas a la última entrega. O al menos a mí me lo
parece. Pero es algo que hay que descubrir, porque muy pocos escritores dicen
de su libro que es el peor de su carrera, como hizo Julio Cortázar con “Libro
de Manuel”.
Pero quería referirme aquí a la opinión
manifestada por Umberto Eco, también al final de su trayectoria, sobre Internet
y las redes sociales.
¿Se trata de convicciones de alguien desubicado de un
tiempo que no es el suyo, o por el contrario implican una lucidez solo al
alcance de quien ha hecho de la información una filosofía? Veamos primero lo
que dice: “las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que
primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la
comunidad. Rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo
derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”.
Coincido básicamente con don Umberto. Una cosa es la "democratización", amigo Alfonso y otra, bien distinta, la estulticia, de cuyos ejemplos están saturadas las redes sociales. ¡Si al menos sirvieran estas redes para que aprendieran a escribir!
ResponderEliminarEn lo de la ortografía tienes razón. Es penoso y lo hacen sin el más mínimo pudor. Ya escribí no hace mucho sobre ello. Hace décadas este déficit se escondía como un estigma y ahora hasta se alardea de la ignorancia.
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