He estado a punto de titular este artículo
“almejas asiáticas” para garantizar un gran número de visitas en las redes,
pero finalmente he desistido para no ser tachado de depravado. En realidad se
trata de la cirbicula fluminea, un
molusco bivalvo invasivo que ya está dando problemas en la cuenca del Guadiana.
Como sigamos así, pronto cogeremos coquinas en el Tamuja.
Quienes fuimos educados en el respeto y el
disfrute del medio natural como un legado puro e inalterado que nos
correspondía proteger, observamos con impotencia las barrabasadas cometidas en
los últimos tiempos en nuestros ecosistemas con la introducción –intencionada o
negligente- de especies exóticas que suponen una peligrosa regresión de las
poblaciones autóctonas, como si la globalización de las variedades naturales
fuera también aquí un fenómeno imparable fruto de nuestro tiempo. A mi memoria
vienen ahora aquellas apacibles tardes de pesca donde bogas y pardillas
llenaban de gozo el ánimo infantil,
antes de que esta nueva bazofia de percasoles, peces gatos o siluros
esquilmaran los atávicos caladeros naturales de nuestros ríos, como si el Tajo
fuera ya un afluente del Danubio. ¿Qué fue de aquellos oscuros cangrejos de río
autóctonos? Sucumbieron ante el empuje imparable de la advenediza especie
americana convirtiendo nuestras riveras fluviales en insignificantes sucursales
del Orinoco. Y el Guadiana desaparece por momentos engullido por la invasión
asfixiante del camalote configurando otro penoso y desubicado simulacro
amazónico.
Nuestras mascotas de niños no pasaban de
gusanos de seda en una caja de zapatos o, como mucho, uno de aquellos patitos
del mercadillo. Hoy se ha producido también una invasión de melindres y estúpidos
remilgos hacia nuestros hijos que inducen a comprarles un mapache, una tortuga
de Florida o una cotorra argentina, que en muchos casos serán liberados en el
medio natural cuando el nene se canse y se encapriche con un coatí u una
serpiente de maíz para fardar ante sus amiguitos.
Los cormoranes acechan a las
tencas de las charcas como arenques de los fiordos noruegos y ya se ven
poblaciones de visones americanos en la sierra de Gredos y en las Villuercas,
procedentes de fugas de granjas peleteras; se teme la llegada próxima de otras
especies que ya causan estragos en comunidades limítrofes, como el mejillón
tigre, letal para los sistemas de riegos. Mientras tanto, el que tenga un burro
sin microchip ya se puede ir preparando ante el Seprona. ¿En qué estamos
convirtiendo nuestra ancestral
biodiversidad, aquella de la que
Extremadura siempre se sintió orgullosa por su pureza?Pues en un degradado arca de Noé cutre con descartes de zoológico y desechos de granja, en el acuario abandonado y maloliente donde los peces exóticos imponen sus nuevas primacías, en un ecosistema híbrido y adulterado donde Linneo y Darwin se enredarían pasmados entre sus propias teorías evolutivas y clasificatorias.Veo poco a los ecologistas aparecer en estos asuntos, últimamente solo “salen” en los juzgados con papeles en la mano añorando como un paraíso perdido los ralos eucaliptos de la isla de Valdecañas.
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