El tránsito de un año a otro ha estado marcado por un flujo informativo con el salario como protagonista. Es sabido que esta forma de denominar al sueldo de un trabajador viene de la antigua Roma, donde se pagaba en sal –salarium- a los soldados del Imperio. Así, en estos días, y de forma voluntaria, la Casa Real española hacía públicas las asignaciones económicas que perciben sus miembros, circunstancia que ha dado pie a ríos de tinta y comparaciones varias.
Pero también el Gobierno decidía que no subiría el salario mínimo interprofesional, fijado en 641 euros; tengamos en cuenta que el IPC ha subido un 2,9%, por lo que esta congenación supone una merma virtual, y en todo caso muchos de los que lean estas líneas no llegarían ni al día 10 con esta cantidad. Por último, el Banco de España obligaba a publicar las remuneraciones de consejeros y altos cargos de las cajas de ahorro ante la alarma causada por los datos económicos conocidos de algunos de estos personajes, cuyas entidades han recibido cuantiosos fondos públicos. Existen cientos de consejeros con un salario superior al del Rey. Se ha conocido, por ejemplo, que en los últimos seis años la remuneración media a consejeros creció un 80%, mientras el beneficio cayó un 27%. Rodrigo Rato, presidente de la fusionada Bankia, percibe unos 3 millones de euros entre retribución fija y variable, todavía lejos de los 4,9 de Botín o los 5,3 de Francisco González, sin contar sus planes de pensiones. Hablando de salarios en sentido prístino y originario del término, como para enterrarlos literalmente en sal, como se hace con los jamones. Aunque las entidades de estos dos últimos presidentes no han recibido ayudas públicas, quedémonos con el dato de que con el sueldo anual de los tres presidentes en salmuera citados podrían contratarse y pagarse cerca de dos mil trabajadores con salario mínimo.

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