Un saco de picón vale 4,5 €, con el que se pueden “echar” unos cuarenta braseros que, bien administrados y sin abusar de la badila, duran el día entero. Sin embargo un brasero eléctrico funcionando en las largas horas de sentada hogareña puede consumir en ese mismo periodo de tiempo unos 250 kilowatios, es decir, 42 euros en nuestra factura eléctrica. En el pasado invierno podríamos haber ahorrado más de 200 euros solo debajo de las faldillas y sin pasar frío.
Recortar siempre es posible, pues nos habíamos dotado de unos márgenes bastante amplios de bienestar. La cuestión estriba en decidir, puestos a recortar, de qué podemos prescindir sin menoscabo de una dignidad conseguida a la que no se debe renunciar. Porque subir el saco de picón por el ascensor y usar el soplillo en la salita no concuerda con tener dos coches y consumir un paquete de Marlboro al día. Si pasamos de la esfera doméstica a la pública los planteamientos son idénticos: se pueden eliminar cargos inoperantes, reducir parque de vehículos oficiales, eliminar costosas duplicidades y otros imaginativos etcéteras. Ahora bien, suprimir servicios de atención médica en áreas rurales, cada vez más necesitadas por la creciente población mayor (y por tanto con más dificultad de desplazarse) y deteriorar una atención educativa que todavía no había llegado a vencer las lacras del fracaso y el abandono, suponen un lastimoso regreso a la badila y el botijo, un descenso lamentable a épocas pasadas que no concilia nada con otras medidas adoptadas para salir –al parecer- de la misma crisis. Los ciudadanos no podrán entender nunca cómo todo lo que ahorramos y más (que supone una pérdida de calidad en servicios básicos) puede ir dirigida a rescatar bancos privados. Algo falla. El economista Juan Torres López opina que hay que romper con el poder de las finanzas privadas y de las grandes corporaciones empresariales y oligárquicas que nos dominan y que son las que nos han llevado a la situación en la que estamos, pues de lo contrario habrá una salida en falso que no eliminará la raíz de lo que está pasando. Y frenar los recortes de gasto público y en general todas las políticas de austeridad que están impidiendo que se regenere la actividad privada y se recobre el pulso económico es una precondición indispensable para que en España se vuelva a crear empleo y para garantizar estándares mínimos de bienestar y protección a toda la población.
El debate abierto por Hollande sobre menos austeridad y más crecimiento, por tanto, sí es procedente. Corremos el grave riesgo de que aumente el número de congéneres que han regresado ya, sin metáfora, a la badila. Son los que comen gracias a la pensión del abuelo, o los que se acercan a escondidas a los almacenes de Cáritas porque los recortes han contraído de tal forma el sistema que han terminado con sus trabajos. De nuevo en la esfera pública, se está ya empezando a ver un país también mendicante con los últimos viajes de sus mandatarios a pedir ayuda, badila en mano. Se están perdiendo muchas cosas, incluso la dignidad.
(Publicado en "HOY", 5 de junio 2012)
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