domingo, 23 de octubre de 2011

Recortes




     Este vocablo es un ejemplo más de la mutación semántica que los tiempos imprimen al idioma. Antes de la dichosa crisis esta palabra  recordaba aquellos retales y trozos de periódico atesorados como perlas rescatadas del abigarrado y mortecino contexto de la prensa,  por contener escritos que no merecían el destino efímero de un diario, normalmente la papelera.  También entre los epígrafes de la lista de la compra, esa retahíla escrita azarosamente en un ticket de aparcamiento, a menudo figuraba  la palabra "recortes", que adquirían por la noche su esencia gastronómica en los trocitos de jamón rehogado con judías verdes. Y, en fin, cuando los toros gozaban de toda su lozanía, sin atisbo alguno de prohibición en el horizonte, los banderilleros también se permitían efectuar recortes adornando  su faena.
     Ya solo cabe una acepción para esta palabra. El recorte es aplicable a sueldos de funcionarios,  pensiones, presupuestos  públicos y privados; y se ha emparentado políticamente con otras frases hechas de empalagosa recurrencia, como la que hace invariablemente mención a los agujeros del cinturón. La habilidad y la rotundidad en este tipo de tijera virtual, que ha tomado con fuerza el relevo de aquellos casposos censores del franquismo, es ya, por tanto, el principal prerrequisito para desempeñar un cargo público con garantías de éxito. No importa  que se haya estudiado economía en Harvard o se haya hecho un máster en Cambridge. Mire usted cómo recorta ese consejero de economía, o ese alcalde o ese presidente autonómico. Ahora sin profesores interinos, con la mitad de quirófanos, sin coche oficial, con menú del día y sin agua embotellada, ¡qué grandes gestores!
     Nadie cree en la virtuosidad de esa nueva casta de mandatarios con la tijera colgada del cuello como sastres de la cosa pública. Porque todos han salido de la misma camada, aquella que al comienzo de cada legislatura subía sus sueldos, dietas y demás prebendas retributivas con la aquiescencia y el regocijo de los respectivos grupos, que callaban en sus escaños. Dedicarse “a la política” ha sido –en bastantes casos- una forma de medrar económicamente durante unos añitos quedando difuminada esa pretensión con un aparente compromiso con el pueblo. Y quienes no tenían chofer ni móvil oficial, ni comidas y vinos de honor a cada paso, aspiraban ansiosamente a ello  si algún día llegaban al status que lo hiciera posible. No me digan que no. Por todo esto parece bastante impúdico que cómplices del despilfarro se erijan ahora en adalides de la austeridad porque esos vientos les favorecen. Borges decía que toda la Humanidad se divide en platónicos y aristotélicos, y a esta dialéctica se reducen todas las diferencias y disputas que nos enfrentan, pero no observó cuán débil es la línea que nos permite adoptar filosofías distintas ni cuán erráticas llegan a ser nuestras convicciones.

2 comentarios :

  1. Alfonso qué me encanta encontrarte por aquí.
    Y ya de paso te diré que me fascinan o mejor me hilan tus expresiones.

    Saludos.

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  2. Pues seguiremos hilando, si puedo, muy fino.
    Besos,
    Alfonso.

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