jueves, 4 de marzo de 2021

Grimaldo existe

 

     El litio dichoso está siendo presentado como el nuevo oro  del siglo XXI. Pero sus buscadores no se parecen en nada a aquellos pioneros aventureros de la América novecentista que cribaban el agua de los arroyos en busca de pepitas.

     Los buscadores de litio son ahora potentes  grupos inversores de capital extranjero que, convencidos del  declive de los combustibles fósiles y el creciente advenimiento de nuevos sistemas de propulsión como el coche eléctrico, buscan afanosamente yacimientos del preciado mineral donde sea, haciendo ensoñadoras promisiones a los lugareños para tratar de contrarrestar las resistencias locales ante la severa destrucción medioambiental que suponen estas ciclópeas explotaciones a cielo abierto. El caso paradigmático es la pretendida mina de Cáceres, con el fichaje de políticos locales para afianzar un lobby que ablande voluntades, y esa promesa de dudosísimos 1.000 empleos.

     Pero hay en marcha otro proyecto minero en el paraje de Las  Navas, en el término de Cañaveral, del que se habla menos, y no porque el valor ecológico de la zona afectada sea inferior al de la Montaña cacereña, sino porque allí vive menos gente. Se vería gravemente afectado, principalmente, el pequeño núcleo humano de Grimaldo –enclave cargado de historia-  y una gran biodiversidad de flora (dehesa y vegetación de ribera) y fauna (tejón, gineta,  águilas, cigüeñas negras, etc.).  El entorno constituye un corredor  ecológico entre  zonas protegidas, como la Reserva de la Biosfera de Monfragüe y ZEPA Canchos de Ramiro. Cuando se va a demoler parte del “resort” de Valdecañas por haber invadido zonas de nidificación de aves, ¿se permitirá aquí otro destrozo ecológico  tropezando en la misma piedra? Grimaldo ya está sufriendo las consecuencias de la construcción de los túneles del AVE con la desecación de sus acuíferos. La adicional captación de agua para la mina a un nivel superior terminaría de esquilmar el escaso caudal de los arroyos con grave riesgo, además, de contaminación química de los mismos por su cercanía a las plantas de tratamiento y escombreras, a solo 700 m. de distancia, por no hablar del polvo en suspensión permanente. Y en  poco se resolvería el desempleo comarcal con una decena escasa de puestos de trabajo, pues en su  mayoría sería personal cualificado foráneo. La transformación del  mineral en una planta de baterías, y por ende el valor añadido tendría lugar a 130 km., en Badajoz, donde se quedarían los 500 empleos. En Grimaldo y Cañaveral permanecería la devastación de su entorno medioambiental, el declive de los peregrinos por la Vía de la Plata y la ruina para sus establecimientos de turismo rural.


   El debate subyacente a todo esto de las minas es qué tipo de desarrollo queremos realmente para nuestra tierra, y si eso de la sostenibilidad solo es un argumento retórico que viste bien en  discursos preelectorales. Tal vez uno de los problemas sea la carencia actual de políticos de estirpe, lejos de aquel que prometió dimitir como Presidente si se abría Valdecaballeros. Grimaldo existe, y queremos que siga existiendo, porque simboliza el mantenimiento de los valores inalienables con los que nos dotó la Naturaleza. El enriquecimiento de accionistas extranjeros a costa de la destrucción de nuestros ecosistemas constituye un lamentable paradigma de colonización extemporánea que los extremeños jamás deberíamos permitir.

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