jueves, 4 de marzo de 2021

Las bragas de Puigdemont

 

      Hacía tiempo que no se hablaba de Puigdemont, que en plena efervescencia del “procés” llegó a ser durante semanas eso que en la jerga anglicista de la comunicación ha dado en llamarse “trending topic”. Pero ya sabemos que los flujos informativos son como frenéticos oleajes que orillan protagonismos caducos en las abandonadas playas del olvido para colocar en la cresta de sus olas nuevas recurrencias informativas. Tal es el vaivén de los aconteceres. Carles Puigdemont actualmente vegeta anodinamente en Waterloo, tratando en la distancia de no perder su status de decisivo “influencer” en los fracturados tejemanejes independentistas. Y sortea como puede los elevados gastos que supone el alquiler de su “casa de la república” en Bélgica  y las gruesas minutas de sus abogados (que, aunque acólitos a la causa, también tienen su corazoncito y bocas que alimentar). Según noticias, las donaciones de empresarios independentistas y simpatizantes ya flojean y el cerco policial a los evidentess desvíos de dinero público a aquella perdida causa hará el resto. 

     Hace poco se ha conocido, en el marco de la “operación Volhov”, el contenido de unas conversaciones grabadas al ex responsable de Relaciones Internacionales de CDC Víctor Terradellas, en las que hacía partícipe al también ex dirigente de ERC Xavier Vendrell de determinados contactos mantenidos con interlocutores del Kremlin poco antes del referéndum independentista de 2017. Parece ser que el nuevo estado independiente catalán reconocería a la Crimea rusa, a cambio de lo cual Rusia haría lo propio con Cataluña, pagando su deuda y poniendo a su disposición 10.000 soldados. Ofrecimiento ante el cual Puigdemont, -transcripción literal- “se cagó en las bragas”.

     Verdad o no (ya aparecen tramas rusas hasta en las comunidades de vecinos), vienen a mi memoria ahora aquellos numerosos memes que circularon por los wasaps y redes sociales tras del discurso de Puigdemont en el que declaró la independencia catalana por espacio de 8 segundos hasta su suspensión. En  muchos de ellos se hacía referencia a los dodotis, a las delatoras manchas en sus calzoncillos, y otras imaginativas muestras  (incluso con sonidos) de parecido calibre escatológico. Y, sí, la Historia ya nos ha proporcionado el ejemplo de muchos personajes de bella retórica de enfrentamiento, con habilidad para embaucar a las masas, pero que a la postre no fueron más que tigres de papel que tomaron las de Villadiego (léase Waterloo en el caso que nos ocupa) cuando las cosas se torcieron. Dice Ernesto Mallo que solo hay dos clases de cobardes: los que huyen hacia atrás y los que huyen hacia adelante. Me pregunto: ¿Qué seguirán pensando y comentando en privado los miembros de su gobierno juzgados y encarcelados durante tres años  por una causa en la que el principal impulsor y capitán de la nave fue el primero en abandonar el barco que se hundía? ¿Cómo es posible que decenas de miles de catalanes que aquella noche salieron alborozados  para saludar  la ansiada república sigan venerando a un líder con tantas sospechas de máculas en sus prendas íntimas? Ah, es el “relato”, amigos, que con sus hábiles herramientas de ofuscar la realidad es capaz de dar la vuelta a la tortilla, proporcionando un  parapeto ideal a los cobardes y dirigiendo sesgadamente los designios de los pueblos.   

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